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sábado, 11 de septiembre de 2010

Conclusiones después de tres semanas utilizando el kindle de amazon

El libro en papel ha muerto; descanse en paz. La industria editorial (tal y como la conocemos), también; que se retuerza en su tumba. ¿Que por qué soy tan sarcástico, cruel, y retorcido? Porque, una vez más, el conjunto de las grandes editoriales, como un monstruo enorme y con obesidad mórbida, no se ha inmutado. Ha permanecido apoltronado a pesar de haber visto cómo otras industrias (la de la música y la del cine), se desintegraban, o, medio agónicas, se reinventaban (esto último solo parcialmente y con un discreto éxito).
Creo que ahora se pueden comprar libros a través de una plataforma llamada "libranda" pero, por lo que he oído, el proceso de compra es, cuando menos, rebuscado, con objeto de evitar la piratería. Demasiado tarde, la piratería ya está ahí, y la gente, al igual que con la música y el cine, no ha esperado a que la industria ofrezca el producto, y se ha dedicado a digitalizar lo que tenía en otro formato y a compartirlo, con los libros ya ha hecho lo mismo. Las editoriales digitalizan con una parsimonia obtusa, y todavía no ofrecen un catálogo lo bastante atractivo, mientras que a través de internet ya se pueden conseguir muchísimos más libros (si no todos), y gratis.
El problema de la piratería con los libros es mucho más grave que en el caso de la música y las películas. Lo voy a explicar con mi caso. Nada más recibir el kindle (para quienes aún no lo sepan es el lector de e-books de amazon), lo que tenía en mente era recopilar muchos libros electrónicos libres de derechos que se pueden conseguir legal y gratuitamente. Durante un par de días, a través de lo que la propia amazon ofrece gratis, y la página "proyecto Gutenberg", me hice con unos quince libros clásicos y estaba tan contento. Entonces un amigo se enteró de que me había comprado el kindle y sin más me dijo que él me pasaría "algunos" libros. No estaban en el formato "mobi", que lee amazón, pero me dijo que no era problema. Existe un programa llamado "calibre", que no solo te cambia de formato cualquier libro (esté protegido o no), sino que te sirve de administrador de tu biblioteca al igual que el "iTunes" o cualquier otro software administra nuestra música. Instalé calibre y enchufé a mi ordenador el "pen drive" que mi amigo me había traído. Cuando vi que lo que él llamaba "algunos" libros, en realidad rondaban los tres mil, y que entre ellos estaba prácticamente TODO, desde clásicos a best sellers, pasando por todos los géneros y épocas, comprendí que así, de golpe, tenía casi el catálogo del fnac o de la casa del libro en mi biblioteca virtual, y ocupando 1,5 GB. Vamos, lo que ocupa una película. Esa misma tarde, otro amigo me "enchufó" su biblioteca con otros cinco mil títulos. En conclusión ¿volveré a comprar algún libro, electrónico o en papel alguna vez? Posiblemente en muy contadas ocasiones. Tal vez haga como con la música, que cuando un artista me gusta, compro sus trabajos en mp3 aunque ya los tenga.
Que cada cual saque sus conclusiones. Pero en mi caso, no puedo evitar mi enfado con el mundo editorial. Más cuando, en un reciente artículo, leí que las editoriales tenían una opinión unánime acerca de que estas navidades, todavía no serían las del e-book, tal y como se había pronosticado a principios de año. Quizás tengan razón, pero mientras ellas digitalizan su catálogo pisando huevos, los libros ya existentes en papel se pueden conseguir en formato digital gracias a la labor de anónimos piratas.
Como contrapunto está el caso americano. El lector kindle viene con 3G y wifi un modelo, y wifi solo el otro, y desde el dispositivo es posible acceder directamente a la tienda de amazon, y comprar libros al instante a través de la cuenta que uno ha abierto ya al comprar el kindle. Sencillo, rápido y atractivo. Eso es otra forma de funcionar, y sin duda, un modelo de negocio ejemplar, que les reportará muchos beneficios.

Ahora, en cuanto al lector kindle, no puedo más que ser generoso y decir que es una delicia. Que leer se convierte en una experiencia más cómoda, gratificante, y adictiva, y que quienes leen con asiduidad reconocerán enseguida sus ventajas. Tal y como dije al principio; el libro en papel ha muerto, para alivio de nuestros bosques.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Haruki Murakami

Murakami es un escritor con un solo defecto: es famoso. A mí, al igual que a mucha gente, me llegó su nombre por boca de otras personas que lo recomendaban (algunas también lo criticaban). Pero a nadie dejaba indiferente. A mi, al igual que a mucha gente, los autores endiosados me dan alergia; también tengo la manía de huir de aquello que gusta masivamente. Si bien Murakami no llega a ser, ni de lejos, un autor de masas.
Ayer terminé de leer "Kafka en la orilla" de Murakami. Tras leerlo, y mientras lo leía, no he dejado de preguntarme por qué este autor no forma parte de la lista de cabecera de cualquier amante de la literatura fantástica. No lo veo nombrar en ningún foro de fantasía. La respuesta es que sus historias no transcurren en un mundo fantástico, sino en el nuestro. Pero esa tampoco es la respuesta, porque las historias de Murakami transcurren en "su" mundo, cuya apariencia es, de manera engañosa, la del nuestro. Su universo, absolutamente personal (dejémoslo claro desde el principio), a veces me trasladaba a "Alicia" de Lewis Carol, pero en versión adulta (ya sé que "Alicia" no es infantil, pero sí su apariencia), otras a los universos cinematográficos de David Lynch, y por supuesto a Kafka.
Murakami es íntimo. Y es ahí donde me despista su éxito, o tal vez no. Horada lentamente en las capas de nuestro pensamiento, y al tiempo que vamos descubriendo procesos íntimos que desconocíamos, a veces destapa extraños mecanismos que permanecían allí atrapados y saltan tomando la forma de algo tan ridículo y conocido como el logotipo del whisky Jonnie Walker, por ejemplo.
"Kafka en la orilla" tiene como hilo narrador la historia de un chico de 15 años que se escapa de casa, pero es mucho más que eso. La colección de personajes con la que nos encontramos es singular y variopinta. Murakami es pausado, y nos cuenta historias que en principio nada tienen que ver con el hilo principal, pero eso es lo de menos. La lógica más aplastante se mezcla con el absurdo, con un montón de sucesos sin respuesta, con la más desbordada fantasía, y con sorpresas descabelladas. Pero lo importante es el viaje. Porque en "Kafka en la orilla" partimos de un puerto y, tras una larga travesía, llegamos a otro, transformados. Y eso es algo que sólo los grandes consiguen.