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lunes, 1 de agosto de 2011

El pequeño alien y la pescadería

Como esas historias que de repente cambian con un giro inesperado, mi vida ha sufrido transformaciones bruscas, radicales, que ni yo mismo podía imaginar. Algunas han sido francamente positivas y me han llevado por mejores derroteros, otras han sido catastróficas, pero en cualquier caso siempre he intentado aprovechar lo mejor de cada una de ellas. Desde dejarlo todo para ir a vivir a Estados Unidos, a abandonar el trabajo mejor pagado que he tenido para pasar varios años sabáticos, cada cambio siempre me ha producido un hormigueo que hacía equilibrios entre el placer de tomar una decisión con libertad, y el pánico de lanzarme a lo desconocido. Dejar la vida que tenía hasta el momento siempre ha sido un acto cargado de simbolismo; una sensación parecida a la que te produce el despedirte de alguien a quien sabes que ya nunca volverás a ver. ¿Te ha ocurrido eso alguna vez?
Mucha gente prefiere la progresión uniforme de una vida a la que poder echar una mirada, y ver una curva ascendente de logros. Honestamente, yo también lo prefiero, pero las circunstancias me han llevado siempre a un lugar inesperado.

Mi padre, que fue toda su vida pescadero y ese oficio era lo único que conocía, hizo grandes planes para mí con la intención de que siguiese sus pasos en cuanto acabara los estudios; por eso no me alentaba para que fuese a la universidad. Con absoluta convicción, él creía que hacerme pescadero era lo mejor para mí. Sin embargo yo, con sólo pensarlo, me echaba a temblar. Aborrecía ese trabajo que, de hecho, ya hacía con desgana viernes y sábados “para ir aprendiendo el oficio”. Ese era mi panorama a los once años. Tenía una vida ordinaria, suburbana, en una familia de clase media y de pocas aspiraciones. Mientras tanto, en los ratos libres y casi a escondidas porque contravenía esos planes paternos, componía canciones con el pequeño casiotone (que había comprado gracias al reducido sueldo con el que mi padre me quería estimular), o dibujaba las historias fantásticas que me inventaba en forma de comic. Eso me ayudaba a evadirme del futuro pavoroso e inevitable que me esperaba como pescadero. Para colmo era un chico retraído y con pocos amigos, así que aquellas actividades eran casi mi único entretenimiento, mi única huida. Llegué a meterme tanto en esos mundos que inventaba, que empecé a pensar en que yo no pertenecía al mundo “real”, en el que nada me resultaba afín. Imaginaba que en lugares lejanos, muy lejanos, existían mundos en los que sí me sentiría cómodo, en donde las cosas tendrían al fin sentido. Tanto era así que tuve rachas en las que, como en la película “El show de Truman”, pensaba que todo a mi alrededor era inventado, un gran engaño, y que mi familia y mi entorno lo componían actores encargados de hacerme creer una mentira. Otras veces soñaba con que alguna especie extra-terrestre captaría la anomalía de mi existencia entre los que me rodeaban por medio de algún tipo de onda mental, y vendrían a rescatarme, porque, quizás, la explicación a lo que sentía consistía en que yo era en realidad un pequeño alienígena, un E.T. que por circunstancias desconocidas había ido a parar allí. Por supuesto nada de esto era cierto, pero mi imaginación desbocada hacía que esa sensación prevaleciera con fuerza. Con los años he conocido a más gente que pasó por lo mismo en su temprana adolescencia. Saber que no he sido el único en tener esas sensaciones marcianas, me ha traído una extraña paz. La cuestión es que yo me resistía a abandonar mis sueños de convertirme en un músico profesional, o en un dibujante de comics de prestigio. Y es lógico. A nadie se le deben negar sus sueños, y menos cuando hace esfuerzos por conseguirlos.
A los dieciséis años me encontraba aún más atrapado. El problema es que había cometido el error de estudiar delineación (una profesión que en realidad no me gustaba), y deseaba dejarlo, pero no lo hacía porque sabía que entonces iría de cabeza a la pescadería por los siglos de los siglos. Así que continuaba estudiando algo que no me interesaba sólo para no hacer otra cosa que me desagradaba mucho más. Trabajar de delineante no era una perspectiva atractiva, pero la prefería a levantarme todos los días a las cuatro de la mañana para ir a comprar el pescado al mercado central, y luego estar vendiéndolo durante ocho horas en un pequeño puesto ante unas clientas siempre desconfiadas sobre la frescura del género. El pescado es muy desagradecido. No es como la fruta o la carne o el embutido. El pescado huele mal, está muy frío y se echa a perder enseguida. ¿Cómo podía gustarle a mi padre eso? No lo sé. Sin embargo le gustaba. Era su propio jefe y controlaba el negocio; preparaba estrategias de venta cambiando precios, y se sentía libre. Pero para mí esa vida, en vez de la libertad, representaba una especie de cadena perpetua.
Yo era un friki. Peor; un friki dentro de los frikis. Y por aquel entonces ser friki no era “cool”, como ahora. Sin embargo, en una época en la que no existía internet, a través de programas de radio y algunas revistas, conseguí ponerme en contacto con otros chicos y chicas a los que les gustaba contar historias fantásticas en sus comics, y edité un fanzine. Se llamaba “Imposible”, y era apenas ocho fotocopias grapadas con un par de historias, algunas ilustraciones y una declaración de intenciones llena de ilusión. Llegué a editar cinco números. También comencé a acudir a unas reuniones semanales de aficionados al comic en las que a veces aparecían dibujantes profesionales. Ver todo aquello me hacía asimilar que, efectivamente, existían otros mundos, otros futuros más atractivos que el de la pescadería.
Haciendo un gran esfuerzo, a los dieciocho años acabé los estudios con buenas notas, y conseguí enseguida mi primer trabajo (temporal) de delineante. No fue haciendo planos de edificios, ni de carreteras, sino que acabé en una central nuclear, y me tuve que desplazar hasta un pequeño pueblo de Guadalajara en donde la central se estaba construyendo. Allí, en unos barracones a pie de obra, dibujaba los trazados de los millones de tuberías que recorren ese gran monstruo, y aunque el trabajo no me gustaba, apareció ante mí un mundo imprevisto y ajeno a ese futuro marcado por la terrible pescadería. Creo que fue el primer gran giro inesperado, porque con lo que menos había contado era con independizarme tan pronto de mi familia. Vivía en un piso compartido con otros compañeros de trabajo, y ganaba mi sueldo. Por primera vez me sentía un poco dueño de mi vida y mis decisiones. Seguía dibujando comics arrancando tiempo de cualquier sitio, y pedí un crédito al banco a escondidas de mis padres para comprar un estupendo sintetizador (aunque ya no vivía con ellos, mi sueldo lo controlaban y se quedaban con una parte). Mi hermana pequeña fue mi cómplice escondiendo los recibos de los pagos a plazos cuando estos llegaban en el correo.
Por aquel entonces comenzaron a aparecer los primeros cortos de PIXAR. Cuando vi aquellas imágenes supe que yo quería contar mis historias a través de ellas, y llevado por una peculiar demencia, hice mis indagaciones y localicé las poquísimas empresas que se dedicaban a generar imágenes sintéticas (estábamos entonces a finales de los años ochenta). No tenía estudios universitarios, no sabía de ordenadores, pero de alguna forma que aún no consigo comprender, conseguí una entrevista en una de esas empresas, y gracias a mi portafolio, que unía el toque artístico del dibujo de los comics, con el toque técnico de la delineación, conseguí que me dejasen hacer prácticas como becario. La pescadería quedó entonces más lejos.
En esta empresa aprendí a utilizar una máquina muy cara llamada Paintbox, que era nada menos que la precursora de lo que luego sería el Photoshop. Para resumir; tras mil peripecias, mucho esfuerzo, y un año trabajando gratis, un día memorable que dio un giro a mi vida (de nuevo), conseguí ser contratado al fin en el mundo de la imagen sintética, y no sólo pude decir adiós a la pescadería, sino a la delineación, que tan poco me gustaba. Mi padre quedó algo decepcionado, pero lo aceptó. Mi madre también se conformó, porque aunque a ella tampoco le hacía ilusión que fuese pescadero, sí que había soñado con verme como cajero de un banco (no en vano me hizo estudiar secretariado durante tres años como actividad extra-escolar). En realidad creo que ambos se quedaron algo desconcertados porque ni siquiera entendían qué trabajo era ése que yo hacía. Después vinieron más de estos cambios bruscos, como crear mi propia empresa, los años en Estados Unidos, o los años sabáticos, o dejar los comics y la música (mis dos grandes pasiones), para dedicarme a la escritura, o regresar a España y trabajar para Almodovar, Amenabar, Iñárritu, Roland Joffé, Milos Forman, o publicar mi primera novela ya con más de cuarenta años.
Muchos pensareis que no debería de presumir por haber tardado tanto en publicar la primera novela, pero yo pienso todo lo contrario. El conseguir algunos logros a partir de cierta edad tiene el mérito de las ilusiones que se crean o se mantienen a pesar de los años, de los sueños que nunca hay que abandonar, porque ya he aprendido bien que, esos sueños son los que pueden hacer que tu vida dé un nuevo giro y te enseñe un mundo que aún no conocías.
Creo que los dos personajes principales de mi novela “los tiempos del Oráculo”, tienen de mí esa parte que aún confía en lo inesperado, en esos giros que cambian por completo la vida, y como podréis imaginar, al escribir sus historias, no les he decepcionado.

jueves, 14 de julio de 2011

¡¡Nuevas Portadas!!

En la entrada anterior comentaba, entre otras cosas, varios aspectos de la experiencia de publicar en amazon, y lanzaba al aire una pregunta acerca de cuánto puede influir una portada a la hora de vender. Susana Eevee me hacía varios comentarios de lo más certeros (que de nuevo le agradezco), y que apliqué cambiando la sinopsis del libro. Por otro lado Thorsten me daba unas referencias de portadas interesantes, pero al final le he liado y él ha sido quien ha dado un nuevo enfoque tanto a la portada de "los tiempos del Oráculo", como a la de "Visiones del abismo". Estos son los resultados.



A mí me parece que el resultado es muy bueno y que definitivamente presenta a ambos libros de forma distinta.
Muchas gracias de nuevo a Thorsten, que lo ha hecho de manera totalmente desinteresada.
Aún es pronto para saber si estos cambios afectan a las ventas, y eso lo contaré en otra entrada cuando pasen uno o dos meses, pero por el momento puedo decir que las ventas se han "calentado" un poquito, aunque también puede ser porque la gente está comprando ahora sus lecturas de verano.
Para completar esta fase promocional, en la librería "smashwords" se puede adquirir completamente gratis el libro de relatos "Visiones del Abismo". La verdad es que he intentado que fuese gratis también en amazon, pero no lo permiten. Así que por el momento hay que ir a "smashwords". Para adquirirlo pulsa en este enlace.
¿Qué os parece todo esto? Los comentarios son bienvenidos.

lunes, 27 de junio de 2011

Sobre las críticas.

Desde que publiqué "Los tiempos del Oráculo", he recibido ya unas cuantas críticas. La primera me sirvió para hacer callo, porque fue mala, e incluso hiriente. Para un autor novel, recién publicado, leer como le ponen a caldo no es precisamente lo que espera con más ganas. En mi caso me había preparado para recibir, si acaso, críticas tibias, de esas que señalan la misma cantidad de cualidades positivas como de fallos, que en mis circunstancias podía achacar al hecho de ser novato. Pero esta primera crítica, por algún motivo que aún ignoro, se cebó.
No he vuelto a tener una mala crítica.
Las que vinieron después fueron siempre positivas o muy positivas. Alguna, en un arrebato, ha llegado a tachar a "los tiempos del Oráculo" de obra maestra. Y en el transcurso de los meses, según iban apareciendo nuevas reseñas, yo me iba instalando en una poltrona de calma, y me decía que había hecho un buen trabajo con este libro a pesar de que las ventas habían sido bajas. 
Después comencé el "experimento amazon", y con él la novela está teniendo un segundo recorrido como libro electrónico tras su publicación en papel. Las ventas tampoco son altas. Apenas una quincena de libros al mes de promedio. Y sin embargo hay algo que me estimula para mantenerlo a la venta: las críticas. Porque resulta muy curioso que, un libro que se vende tan poco, reciba tantas críticas, y todas buenas, de los lectores, cuando veo otros libros que venden como churros y, en comparación, apenas reciben críticas (ni buenas ni malas). ¿Significa eso que quienes leen la novela se sorprenden gratamente? Yo diría que sí. Al menos así lo atestiguan varias de las reseñas que han dejado en amazon algunos lectores agradecidos.
Curiosamente, esas breves frases de los lectores, me están dando una satisfacción que las críticas más oficiales ya no me daban. Y no es que desprecie las segundas. Todo lo contrario. Pero creo que resulta de un valor incalculable tener también la opinión del lector no especializado; la de alguien que decide gastar su dinero en tu trabajo, y que tras leerlo se siente tan complacido que dedica unos minutos a contarlo. Si queréis echar un vistazo a esas críticas, están en la página de amazon del libro. Podéis llegar pinchando aquí.


Es muy curioso que, como he dicho un poco antes, el libro sorprende casi sistemáticamente a quien lo lee, y eso me hace pensar que, tal vez debería orientar su venta de otra forma. Quienes lo compran lo hacen pensando que adquieren una novela de fantasía épica, y luego se llevan una sorpresa (siempre agradable por fortuna) pero, ¿debería cambiar la portada o hacer otro tipo de descripción para que la adquiriesen además otras personas que no solo estén interesadas en la fantasía épica?
Digamos que esta pregunta no me debería de preocupar mucho ahora, tras llevar la novela año y medio a la venta, pero lo hace porque está ya muy avanzada "la era del cometa II" (de hecho ya está escrita, y ahora estoy con las interminables correcciones), y creo que puedo tener con la segunda parte el mismo problema a la hora de buscar el público al que quiero dirigirla. ¿Cómo describo en una portada, o en una corta sinopsis, la extraña mezcla de fantasía y ciencia-ficción que posee la saga? Si los que habéis leído "los tiempos del Oráculo" tenéis alguna pista. Aquí estoy. Todo oídos.

martes, 21 de junio de 2011

Sobre algunos libros...

No he escrito mucho en este blog acerca de mis lecturas; tan importantes para un escritor como la propia escritura. Y es tal vez por eso que, con bastante rubor, me estoy poniendo las pilas con muchos clásicos que hasta ahora no había leído. Aunque, para no salirme demasiado de la temática del blog, mencionaré sólo títulos relacionados con la fantasía y la ciencia-ficción.
Tenía ganas desde hace tiempo de leer "la metamorfosis", y no solo me ha parecido un libro extraordinario, sino que es una lectura corta y muy entretenida. También he leído recientemente otra pequeña joyita que en cierto modo se ha relacionado con la obra de Kafka. Se trata de "Bartleby, el escribiente"; una novelita corta, o relato largo, de Herman Melville, el autor de Moby Dick.
Me devoré también, no hace mucho, algo bastante más reciente; "Hiperión". Supongo que solo puedo sumarme a la legión de admiradores de este ya clásico contemporáneo de la ciencia-ficción. Quizás me falló algo el final, que en realidad es un comienzo de otra cosa. Pero aun así creo que es un libro altamente recomendable, porque se trata de una novela coral de siete personajes en la que, la historia de cada uno de ellos es en sí una novela deslumbrante.
Le tenía ganas a la saga de Geralt de Rivia, y me leí el primer volumen, titulado "el último deseo". Tengo que decir que no me pareció mal, pero tampoco me maravilló. Quizás mi lectura estaba condicionada por unas altas espectativas. Además, no sabía que este volumen era en realidad una serie de cuentos, hilados más o menos bien, y no una novela per se. De todas formas es una lectura entretenida, y me da a entender que los siguientes volúmenes son posiblemente mejores.
He leído hace muy poco el último premio minotauro, "Ciudad sin estrellas". Lo he hecho por una especie de curiosidad morbosa como escritor. Es decir, tenía ganas de saber qué es lo que se ha considerado como una de las mejores obras de fantasía y de ciencia-ficción del año, y ver un poco por dónde está el listón. Tengo que decir que esta novela de ciencia-ficción me ha parecido que está muy bien escrita. Con mucho oficio. Y resulta impecable por la forma en que desarrolla la trama y mantiene la tensión en todo momento. Aunque quizás, para mí, lo más importante no es lo que acabo de decir, sino el contenido, y en cuanto a eso me ha parecido bastante flojo. La idea principal es casi infantil, y creo que muy manida ya (un lugar prohibido del que unos pocos hablan con viejas historias y antiguos mitos). Al principio pensé que esa idea era solo el punto de partida, pero me sorprendió ver que no había más. Por otro lado, la ambientación me pareció anacrónica. La historia se supone que ocurre en un futuro lejano, y supuestamente más avanzado, y sin embargo, los personajes tienen móviles casi como los de ahora, y entran en la "red" para hablar en "foros". De todas formas, a pesar de estos "peros", me ha parecido una novela muy digna y muy bien contada.
Si habeis leido alguno de estos libros y quereis comentarlos, me encantaría saber qué opinión teneis de ellos.

sábado, 21 de mayo de 2011

El precario y mágico equilibrio



La concentración en la Puerta del Sol de Madrid, y en muchos otros lugares céntricos de varias ciudades emblemáticas españolas y europeas no ha dejado de tener diferentes lecturas y de provocar distintas reacciones. Pero lo que ha quedado claro es que de ser una anécdota de la que solo se comentaban los altercados, ha pasado a convertirse en la protagonista de la actualidad, engullendo nada menos que a la campaña electoral.
Cuando hace poco comenzaron las revueltas del mundo árabe, recuerdo que comentaba con conocidos y amigos, que de la misma forma en que allí parecían haber despertado de un letargo, me extrañaba que no existieran en occidente movimientos que hiciesen lo mismo, y es que, salvando las abismales distancias, las similitudes también son obvias. Para empezar, una juventud descontenta, un gobierno que no les representa porque está al servicio de otros intereses, y una maravillosa herramienta (internet), que se salta los canales tradicionales y es capaz de informar y movilizar a una velocidad de vértigo. Internet, aquello que decían que cambiaría el futuro, sigue cambiando el presente, pero de formas que nadie esperaba.
En los últimos 3 o 4 días se ha analizado este movimiento, que además, por desconocido e indefinido ha tenido varios nombres (democracia real ya, 15-M, spanish revolution...), pero a medida que leía algunas opiniones en los periódicos o escuchaba a periodistas en las tertulias televisivas, comprendía que ellos, al igual que los políticos, han permanecido aborregados, observando el discurso del bueno contra el malo (colóquese a PP o a PSOE en cualquiera de las dos opciones) que se lleva repitiendo desde hace 30 años, y que no han entendido en absoluto (hasta ahora) lo que de hecho significaban las concentraciones.
No olvidemos que entre los dos grandes partidos tienen montado el perfecto chiringuito; el de "un día ganas tú, otro yo, y mientras nos insultemos la gente no mirará a otro lado". El ser humano es tan estúpido que cuando le ponen delante la dualidad bien-mal y le dicen que él es el bueno y el otro es el malo, se lo cree sin más, porque no hay mayor satisfacción que formar parte de un grupo y tener una causa si hay un enemigo claro. A ello jugamos en todos los niveles; deportivo, religioso, político (conservadores - progresistas). Y es que esta democracia de franquicia que tenemos, además se nutre de un elemento autóctono: el de las dos españas. Tal vez por eso me gusta tanto el movimiento 15-M. Porque se salta todas esas normas y rompe la baraja. Y por más que políticos y periodistas intentan asociarlo (por mala sombra o por pura miopía) a estrategias secretas de algún partido (sobre todo del PSOE), o que IU, torpemente, les apoye con inusitada vehemencia, el movimiento 15-M está saliendo airoso de impregnarse del color de un partido. Tal vez sea porque a esa mayoría de juventud que lo forma le importe muy poco la derecha o la izquierda, o las dos españas y sus rencores enquistados. Lo que le importa es sentirse representada, y eso lleva a lo que, para mí, es la piedra angular de todo esto: la reforma de la ley electoral. Si la ley se cambia y por fin el voto de cada español vale lo mismo independientemente de dónde se encuentre y de a quien vote, el chiringuito PPSOE (que así lo llaman los del 15-M) se habrá desmontado y será posible ejercer una democracia con la que abordar el resto de las cuestiones que se piden.
Es cierto que la mayoría de las peticiones no son competencia de las autonomías y municipios, que mañana se votan, por lo que no se arreglará nada de facto, pero tampoco hay que olvidar que el año que viene son las elecciones generales, y en ellas nos jugamos mucho.



Otro tema prioritario en las peticiones del 15-M es el del sistema financiero. Al fin y al cabo, el descontento con los dos grandes partidos se debe a que, con la crisis, se ha demostrado que ambos se pliegan a los intereses del mercado antes que a los de los ciudadanos. La crisis ha demostrado que el sistema en el que vivimos es altamente inestable, y que está basado en el egoísmo y la codicia de los que más tienen. Pero es que además, esta crisis, creada por ellos, la tenemos que pagar los ciudadanos. Por eso el discurso vacío de la campaña electoral no ha hecho más que calentar los ánimos entre los que estamos aburridos de oír siempre el mismo cuento mientras en la calle vemos cosas totalmente distintas.
Hace solo 3 días, al hablar con amigos de este movimiento, oía respuestas del tipo: "ilusos", "si no se sabe ni lo que piden", "la democracia real es una utopía". Bien, esto último es cierto, como que no existe la paz, ni la libertad, ni la felicidad absolutas, pero eso no quiere decir que haya que dejar de perseguirlas. Sin embargo, como en una mini-ciudad utópica, los acampados de la Puerta del Sol se han organizado con asombrosa eficacia y con una actitud cívica ejemplar, creando comisiones para dividir las tareas, celebrando asambleas para tomar decisiones plenamente democráticas, manteniendo el lugar limpio, no aceptando dinero... Pienso que todo eso a gran escala no nos vendría mal.
La acampada de Sol capea el temporal con un precario y mágico equilibrio, y a medida que pasan los días, ni la lluvia, ni los pocos que no se enteran y hacen botellón, ni los grupos como los del partido "regeneración" que se intentan colar, han conseguido contaminar su esencia o su ánimo.
Mañana, día de las elecciones, no sé qué pasará, posiblemente nada imprevisto en los resultados finales debido a esta diabólica ley electoral, pero quizás en estos días la gente habrá aprendido a pensar un poco más antes de ejercer su derecho al voto.
Yo por mi parte, hoy continuaré yendo a la Puerta del Sol como todos los días, y mañana votaré a un partido minoritario que entre sus propuestas tenga el cambio de la ley electoral.

lunes, 14 de febrero de 2011

25 años de los Goya: la ceremonia de la decadencia.

A pesar del título de este post, la ceremonia de los premios Goya de anoche me gustó. Tal vez fue porque se vieron las tripas del cine español como nunca. Pero es lógico; después de recibir puñaladas a diestro y siniestro, está que se le salen las vísceras. Y oiga, para qué vamos a decir otra cosa, en realidad lo que más nos gusta es ver la chicha, sobre todo cuando hay tantos interesados en ocultarla. Por supuesto uno de esos interesados no es Alex de la Iglesia, que con un discurso directo y transparente, entonó su "canto del cisne" antes de dejar el puesto como director de la academia de cine. La ministra Leire Pajín no parecía nada feliz con ese discurso a juzgar por la toma delatora que el realizador de la gala nos regaló. Tampoco lo parecía la ministra de cultura, Ángeles Gonzalez-Sinde, que con un brillo excesivo en su cara delataba una transpiración por encima de lo normal. Tengo que decirlo. No me gusta Ángeles Gonzalez-Sinde, no me gusta nada. Nunca me ha gustado. Cuando fue elegida directora de la academia de cine pensé erróneamente, "una guionista parece buena elección; mejor que una actriz". Tras su primer discurso en la gala de los Goya, y los subsiguientes, corroboré mi error. Esa mujer, cuya trayectoria profesional no era especialmente brillante, con sus alegorías infantiloides (en una ocasión habló incluso de una hipotética niña que era peor que la famosa "niña de Rajoy"), me daba a entender que estaba en el cine más por tradición o deriva familiar, que por talento propio o por ganas de aportar algo al séptimo arte. Me pareció, en fin, que el puesto le quedaba grande. Muy grande. Por eso no pude salir de mi estupor cuando fue elegida ministra de cultura. Y ahí sigue, aferrada al puesto a pesar de las presiones y de estar llevando una gestión claramente catastrófica de su ministerio. La ley a la que se ha dado su nombre, ya la ha convertido en alguien que pasará a la historia por su miopía y su servilismo a unos intereses que, además, no vienen de nuestro país, sino de los Estados Unidos. Su ley contra la piratería digital no está hecha para favorecer a los cuatro gatos que ya sabemos, y que se auto-denominan "artistas". Esos no tienen tanto poder como para mover esto. Está hecha para favorecer a las grandes distribuidoras americanas que ven mermadas sus ganancias por las bajadas de internet. Seamos claros, ¿quién se baja cine español? Nadie. En fin, si se está aprobando una ley para tener contento al gran hermano americano (como ya atestiguaron los papeles de Wikileaks), que por lo menos nos lo digan claro. Que todos sepamos hasta qué punto somos dependientes, hasta qué punto no tenemos libertad como país. Los argumentos que han dado hasta ahora son tan poco sólidos que nunca convencieron a nadie. Ni ellos se los creen. Lo peor es que, al menos, Estados Unidos podría haber presionado para que aquí se iniciase otro modelo de industria, pero claro, eso a ellos les importa poco, solo quieren su dinero, y me parece bien. Los tontos somos nosotros y nuestro "gobierno". Veía anoche al ministro de industria en la gala y sentía vergüenza ajena. ¿Cómo se puede presentar a la gala del cine español teniendo las cifras del cine del año pasado? No nos engañemos, la calidad del cine no ha mermado ni ha subido con la cuestión de internet. Luego la "cultura" (que es la que en teoría se intenta proteger) no se ha visto afectada. Solo las cifras económicas ante una industria ciega a las oportunidades y anclada en un modelo de negocio obsoleto. Pero bueno, como todo es absurdo, también lo es la nueva ley, que intenta nada menos que poner puertas al campo. Y sabemos que no lo va a conseguir, pero nos inquieta mucho el hecho de que lo intente.
Pero vuelvo a la gala, tan rara y disparatada como el estado del cine español. Para empezar, Buenafuente apareció pero parecía que quería decirnos algo como "yo solo pasaba por aquí", con su escenificación de un muerto que vuelve al mundo de los vivos solo durante el tiempo de la ceremonia. ¿Sería una metáfora de la presencia del cine español en la vida de los españoles? También tenía su peso saber que justo afuera los de "anonymous" hacían su protesta con las máscaras de "V de vendetta", poniendo rostro a algo que ya es una realidad. Y por supuesto algunas de las perlas que nos regalaron varios premiados, con estados de nerviosismo alterado que de pronto se convertían en una canción, como con dedicatorias hasta para "el gato de mi hija", que hacía Karra Elejalde, cuya segunda frase fue: "Antes de hablar voy a decir unas palabras". La primera fue "Traga tierramé". Tampoco hay que olvidar la incursión de un espontáneo sediento de ese tan deseado protagonismo vacío, ni el triunfo indiscutible de una película catalana rodada en catalán, de la cual no pongo en duda en absoluto su calidad, pero tiendo a creer que parte de su aluvión de premios se debe a un "castigo" que los miembros de la academia han dado tanto a Alex de la Iglesia como a Icíar Bollaín (los otros grandes nominados) por airear sus diferencias.
25 años. Era una ocasión para celebrar, pero en realidad fue una ocasión para ver al cine y a los políticos españoles sin máscara. Y yo, que me gusta ver al descubierto el esperpento en que se han convertido, me alegro.